jueves, 1 de julio de 2010

Sin título


Mirarse el ombligo no tiene porqué ser, forzosamente, una frase hecha que signifique lo agusto que estamos con nosotros mismos frente al mundo, lo poco que necesitamos ver otras realidades, porque con la nuestra nos vale y nos sobra, o la mínima disponibilidad de que hacemos gala para con nuestros semejantes ante situaciones o coyunturas individuales y colectivas más a menos adversas. Todo lo contrario. Mirarse el ombligo puede ser un ejercicio sano, una acción positiva en si misma si el sentido que le damos a la frase es el que concuerda con la propia acción, con la estricta verdad textual. Pero como el uso de esta expresión se ha centrado en los últimos tiempos en señalar actitudes autistas, no somos conscientes de que su significado orginal ha perdido por siempre su lugar frente al figurado, y a nadie a quien diga “me estoy mirando el ombligo” se le interpretará como aquella persona que está invirtiendo unos segundos de su vida en observar su centro geográfico y fisiológico; la cicatriz que recuerda el lugar del que vino; el cráter dérmico que señala hacia dónde iba a parar el conducto que le alimentó durante casi un año antes de nacer; el fósil amniótico que invoca el recuerdo olvidado del más placentero de los silencios. Incluso si alguien le dijese a un semejante “mírame un poco el ombligo” porque estuviese orgulloso de su hermosura, de su redondez, arruga discreta, poca prominencia, y leve profundidad, se le interpretaría a partir del significado retórico, metafórico, y entonces parecería que estuviese diciendo “ocúpate un poco de mi”.

Yo (lo confieso) paso minutos mirándome el ombligo, y también le miro el ombligo a la gente. En cuanto llega el verano y piso la playa me convierto en un mirón de ombligos. Los hay grasientos y dorados, bien bronceados, procedentes de barrios altos. Colorados y blancos, que suelen ser nórdicos, anglosajones, a veces galos e incluso castellanos. Que sean grandes o pequeños no depende de la dieta ni de la edad de sus dueños, pero sí de la pericia de la comadrona. Los ombligos pequeños suelen anudarse cuando el parto se produce en casa, y los grandes en hospitales, de manera que el ombligo es una indiscutible y significativa marca generacional. También hay ombligos que brillan, de mirada expresiva, y ombligos opacos y oscuros como cuenca de tuerto. Ombligos inquietos y esquivos, tímidos, a los que cuesta ver; o densos y convexos, extrovertidos, casi pesados, siempre presentes y a todas horas con algo que decir. Sé de uno al que le orbita una pequeña luna encarnada: me tiene loco. Aunque los que más llaman la atención son los peludos glotones, bocas falsas que cuelgan de grandes barrigas, producto de la evolución de la especie, con las que los individuos que los exhiben reclaman doble ración de todo en cualquier mesa y lugar…

Estoy por inaugurar un cuaderno de campo durante las próximas vacaciones e ilustrar a carboncillo todas las tipologías, pues esta es la técnica con la que mejor se resaltan las arrugas, las sombras, los relieves, recovecos y oquedades que contienen los ombligos del mundo. Tengo mucha curiosidad por ver en detalle el ombligo de según quién. La tentación, que es facilona, me lleva a la política, pero creo que el de estos tipos tiene poco interés, porque ni ellos mismos se lo miran, ni saben cómo es el suyo ni el de sus prójimos. No me resulta demasiado difícil imaginarme vientres muy blancos, algo flácidos y sin ombligo.

El mío es un clásico, casero, de comadrona de casta. Si no me cuido, lleva camino de convertirse en el típico peludo glotón. Aunque hondo y profundo, se distingue su fondo porque carece de arrugas. Es poco velludo y mira de frente. Cuando río se agita y exige espacio; si lloro se contrae hacia dentro buscando paz. En el amor, mi ombligo es el checkpoint del deseo, porque la mirada que me quiere se desliza hacia él y al cruzar la frontera en avance hacia el pubis ya es otro objeto más de caricias y besos, un hueco más para la lengua experta, hasta que el vientre prorrumpe en la última convulsión y, al poco, el sosiego lo balancea en una calma de sueño.

Es bueno, recomendable y saludable, mirarse el ombligo. Todos los días.

Vuelvo mañana

¿El chek qué del deseo? ¿Pero lo ha leído un par de veces el señor? Definitivamente, se desliza usted sobre un largo y vertiginoso tobogán, amigo. Sin tema, sin argumento, sin hilo narrativo, sin crítica, sin fondo... Nada de nada. Me va perdonar, pero si se ha quedado sin ideas, mejor dar carpetazo, o espérese unos días a ver si acuden las musas en su auxilio. ¡Por Dios! ¡Que alguien que le quiera bien le aconseje!

C.

23 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo no lo quiero ni bien ni mal a tu señor,pero tú C me provocas ternura y sí, siento algo por tí ,pena y rabia,pienso que has aguantado mucho,seguramente demasiado ,y me gustaría que te rebelaras contra ese tirano. Es un maltratador psicológico pero tú crees que sin él no eres nada,estás muy equivocado,sin él estarías mucho mejor. Ahora con el ombligo,es tan ególatra que lo de ombligo le va que ni pintado,me parece raro que no haya sacado este tema antes porque es de lo que más sabe ,de su ombligo,se lo tiene muy visto y muy creido.Necesitas libros de autoayuda y un psicólogo ,o bien empieza a mirarte el ombligo como lo hace tu señorito,porque tú tambien tienes ombligo,que parece que se ha olvidado y seguro que hace años que no lo has visto. Juraría que el tuyo es más bonito que el del seboso de tu señorito,que lo tiene feo.Esto te lo digo para que la autoestima te empiece a aumentar. Y cuidado que si ve esto seguro que quita el comentario. Andate con ojo y ya iremos hablando ,he de conseguir que te liberes de ese fantasmón.De momento bébete su Whiskie y rellénaselo de garrafón ,eso será el comienzo.No me seas cabronazo y hazlo ya.D.

Eastriver dijo...

Pues hoy no estoy nada de acuerdo con el criado. Me parece un ejercicio muy interesante el que propones con tu explicación. De la misma forma que la morfopsicología trata de averiguar las disponibilidades del alma a partir de las características del rostro es posible que llegues a crear una ciencia análoga a partir de tus observaciones. Mantennos informados.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Los paisajes del alma en el cuerpo. Así es Ramon. Hasta el elemento más vulgar, despreciado y vilipendiado del cuerpo nos cuenta como somos. Si nos mirasemos más a nosotros mismos la vida sería un poco más fácil, o por lo menos, más sincera.

A mi criado ya le vais conociendo. Se ha embrutecido con la tele-basura.
¡Salud Ramon!

Anónimo dijo...

Mi querido C, creo que su señor goza de una creatividad excelente en estos momentos, qué duda cabe. Me gustaría saber cómo es su ombligo, pues probablemente, y siguiendo las teorías del que escribe, debe describirle a usted a la perfección.

MJ, pues a mí que me parece que el ombligo es cosa que denota la más absoluta intimidad de nosotros mismos...

Salud!

Belén dijo...

Observo que tus vacaciones están siendo de lo más productivas. Y sí,en general los ombligos son sexys...

Ignoro deliberadamente a tu criado porque creo que en calidad de lacayo le CORROE LA ENVIDIA, y ya lo dice mi madre, la envidia es de mala.......

Besotes

Belén dijo...

Observo que tus vacaciones están siendo de lo más productivas. Y sí,en general los ombligos son sexys...

Ignoro deliberadamente a tu criado porque creo que en calidad de lacayo le CORROE LA ENVIDIA, y ya lo dice mi madre, la envidia es de mala.......

Besotes

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Ataulfa
Es verdad, el ombligo es el centro. Es nuestra esencia comprimida, un agujero negro sin capacidad de absorción

C. no va a dignarse en contestarte Ataulfa: Tira la piedra y esconde la mano

¡salud!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Belen
¡Ojalá estuviese ya de vacaciones! Son los fines de semana, y el calor que me abotarga y me nubla, como la calina mediterránea, y me hace decir tonterías.
Por cierto, hoy tendré a Chisco III a Jon y la gata de San Fernando en la playa.

La envidia es mala, mala, pero a C. no le mueve eso: le mueve su naturaleza plebeya

¡Salud!

Belén dijo...

Cogele a Jon, abrazale, suavecito, que no te miedo,y dale un beso grande grande grande de mi parte. A su padre y a la gata de San Fernando también y muchos recuerdos.

PACO GÓMEZ dijo...

el ombligo es la memoria, quizá por eso apetece mirárselo de vez en cuando, para descubrir o redescubrir si verdaderamente el hilo está cortado.
Un abrazo
Paco

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Belen, ahora ya le cojo, ya me atrevo. Es un angelito. Se los doy
Un beso

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Paco,estoy de acuerdo contigo. El ombligo es el resto del origen y el hilo, efectivamente, está cortado. Por eso recordamos e inventamos
¡Salud amigo!

Anónimo dijo...

C,espero que te hayas bebido unos cuantos whiskys de tu señor fantasmón,estas en el principio del fin de su reinado.Tu puedes y tú lo vales.D.

Anónimo dijo...

Que pasa C,que no vas a contestar a los comentarios? y sólo escribirás uno detrás de tu señor fantasmón ? eres un cobarde y creo que te mereces estar donde estas,no das para más. En el fondo estas que no cagas con él y por él ,asúmelo ,sin él tu vida no tiene sentido,asi que o te veo reaccionar o no voy a perder el tiempo contigo salvo que el muy cabrón no te deje coger el ordenata y por eso no puedas comentar.D.

Isabel Martínez Barquero dijo...

Existen ombligos como ojos huecos, como cuencas vacías, pero miran, observan y se nutren de la realidad circundante.
Tu ombligo, querido Mariano, es de esos, de los que se miran y reflexionan y de los que miran alrededor y reflexionan. un buen ombligo, no me cabe duda.

Me ha parecido una interesantísima reflexión sobre el ser humano.

Salud, Mariano, y mantén tu ombligo alerta, que el mundo no cesa en sus desvaríos, incluidos los de C.

Anónimo dijo...

Ombligo tuercas tornillos escalera de caracol mundo, casi siempre una espiral de ida y vuelta vuelta e ida, tantas veces como se quiera, del centro a la periferia, salir y regresar a casa trayendo y llevando si puede ser algo desconocido o invisible en/hacia cada viaje: una estrella de veras enana, un arco iris en braille, piedras estremecidas, arpegios visuales… Eso es lo que nos dejas tras tus idas y venidas, viajero Hablador. Un abrazo.

Isabel Martínez Barquero dijo...

Pues esta mañana he dejado aquí un comentario y, ahora, no está. Qué de probñemas da a veces Mr. Blogger.
Te decía, Mariano José, que me gusta tu reflexión sobre los ombligos, que me parece acertado mirarse el ombligo y meditar, lo mismo que mirar los de los demás. Supone un ejercicio necesario de introspección en estos tiempos superficiales y deseosos de fachadas solamente.
En esta ocasión, discrepo de C con rotundidad.
Salud, amigo Mariano.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

amigos/as
Me llegan vuestros comentarios a mi direccion de e-mail pero no aparecen en el blog. No sé que pasa. A ver si averiguo algo
Salud

Anónimo dijo...

Espero que seas tú,C,el que le estes boicoteando los comentarios,eso me gusta,no seas pánfilo y hazte malo,que de bueno eres tonto.Cuanto menos comentarios le lleguen mejor será para que se le bajen los humos al maldito ególatra de señoritingo que tienes por dueño.A mi me tenía que tener en vez de a tí ,se iba a enterar de lo que vale un peine.Atácale campeón.D.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Isabel
Ya parece que esto chuta. Acaban de entrar tu comentario y el de gtv.

En cuanto a los ombligos: sí, hay que estar ombligo avizor, expectante, que no se escape nada. Y sobre todo, hay que mirar hacia dentro, a nosotrois, cada día, para ver como somos, como cambiamos, como nos relacionamos
¡Salud amiga!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Gloria
Muchas gracias por tus palabras.
Me gusta mucho lo de arpegios visuales, porque ni hay música ni hay fotos, o videos, pero de alguna manera estas entradas son lo que tu dices.
¡Salud!

NENA dijo...

Un anónimo dijo: "No muestres, ni al más amigo, los lunares de tu ombligo."

Sólo tú sabes los secretos que esconde y por eso lo tienes que mirar cada día....por si hay sorpresas.


Un beso, NENA

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Nena, ya no tengo secretos, pues, porque el de la foto es mi ombligo.
¡besos!