domingo, 19 de julio de 2009

Homenaje a Federico García Almodóvar


Las sillas eran verdes, las mesas rojas. Verdes y rojas eran las sombrillas ensartadas como banderillas aparaguadas en el centro del círculo de las mesas. Los bañistas se sentaban a ellas junto al chiringuito de playa, una cabaña prefabricada de madera que anuciaba en una pizarra con letras anaranjadas mojitos, caipiriñas y cerveza internacional. Ya atardecía. El cielo y el mar purpureaban y la luna transparentaba. El muchacho que atendía el chiringuito aprovechaba que la clientela empezaba a desfilar para proveer las neveras. De vez en cuando asomaba la cabeza por encima de la barra y echaba así un visatazo a las dos parejas que desde hacía horas habían estado bebiendo cerveza sin parar. Los dos hombres rondaban la cuarentena. Sin ser gitanos, su piel era cobriza, salpicada por una amalgama de todos los estilos existentes en el arte del tatuaje: letras ninja, cristos legionarios, corazones maternos, triglifos y metopas decoraban los antebrazos, los gemelos, los cuellos y los pechos floridos de aquellos dos ejemplares ibéricos de la raza en plenas vacaciones playeras. Las dos mujeres con las que compartían mesa parecían de la misma edad que sus machos. Lucían biquini florido de colores bastante más definidos que los de sus cabellos, de los que, seguro, ya no tendrían memoria. En un hombre, el vientre un tanto excesivo y unos centíemetros de lorza no sólo se perdona sino que a veces resulta hasta atractivo, señal de virilidad, incluso de carácter. En una mujer es imperdonable, pero a aquellas dos hembras mediterráneas parecía importarles un bledo las conveniencias estéticas y mostraban con todo descaro sus centímetros de grasa cobijados bajo la piel fofa entre dos pares de enormes tetas que ya habrían amamantado a un par de vástagos. La más delgada manejaba un abanico amarillo al que daba aire, cerraba y abría con un virtuosismo pasmoso. También se había hecho gravar sobre la piel dos tatuajes. Uno de ellos sobre el omoplato derecho: un delfín en pleno salto sobre una linea curva que conceptualizaba el mar. El otro, bajo el párpado izquierdo: una pequeña lágrima negra.

Los cuatro permanecían sentados a la única mesa ocupada a esa hora transitoria en la que la playa se vacía de bañistas y la costa en pleno se prepara para la noche. Del sol ya no había rastro, solamente restos morados en el horizonte. Alta se alzaba la luna, blanca de gasa, reclamando luz. Todavía se distinguía azul en el cielo, el instante antes en que se funde en el telón negro y verde contra el que se representan las noches de España.

Poca gente hubiese entendido la conversación que la cuadrilla se traía, más debido al extraño dialecto con el que hablaban que a los efectos del alcohol; una variante del habla que consiste en intentar ser anadaluz sin serlo, con deje castizo, y en la que se utiliza en momentos estratégicos algunas palabras calés y de germanías. Así es que entre chistes, sies y noes, finalmente el hombre más corpulento se levantó empujado como por un resorte del diablo y alzó el vaso de plástico que contenía todavía un par de dedos de la enésima cerveza. Con el impulso, parte del líquido salpicó al compañero, quien profirió dos o tres blasfemias propias de un hereje convicto. Las dos mujeres rieron escandalosamente. La más gruesa se dirigió al que se había levantado y, entre carcajadas, le dijo que como se le ocurriese otra vez mojar con birra a su hombre se iba a acordar para siempre de cómo se las gasta una mujer, mujer. El hombre de bronce, vaso en mano, pelo al cero, cristo palpitante, abrió los ojos, cerró los dientes y en medio de un berrido ancestral, parecido al que pronuncia el torero en el envite, se cagó en todo lo del mundo y empezó a levantar arena con los pies, y a lanzarla contra su compadre, quien no tardó en levantarse y lanzar todo el contenido de su vaso sobre él. La más delgada seguía la escena sentada, sin dejar de reir al ritmo del abanico. Y justo cuando éste se cerró en un ruido de persiana, el que estaba de pie soltó el vaso y utilizó la mano que tenía ocupada en aprisionar el cuello de la mujer, mujer, mientras con la otra la cogía por el moño tirando de su cabeza hacia atrás para estrangularla. Entonces el otro machote continuó riendo y entre gritos y risas retó a su compinche diciéndole que ho había huevos. La mujer del delfín y de la lágrima negra dejó la silla y, con calma parsimoniosa, se fue para el tipo que tenía a la otra mujer por el cuello y le dijo.

-Como no la sueltes ahora mismo, te clavo el abanico en el corazón.

El grandullón la miró, sintió el extremo del abanico presionar su pecho y sin dejar de sonreir dejó libre a la mujer, mujer. El otro, inmediatamente, empujó su silla hacia atrás, hozó la arena y entre resoplidos y risotadas gritó:

-¡Maricón el último!

Y los dos corrieron hacia el agua, zambulléndose con gran escándalo, como dos morsas beodas

Vuelvo mañana

10 comentarios:

Ana Rodríguez Fischer dijo...

Mariano, tus instantáneas veraniegas son una delicia: más la anterior que esta última (mucho más encomiable, objetiva o literaruiamente hablando, por el esmero estilístico, porque... te has currado la escena a base de bien) Pero... ¿No te cansa tanta cutrería? Y no acudas a la Hanecker y demás. Tatuarse un delfín (o una sirenita o un corazón con flechas o una rosa o un Cristo o un dragón... como veo hoy en El País, sobre la cantante de Amaral...) es de una alienación espeluznante. Los maestros del 27 lucharon por sacarnos del encanijamiento secular y nos enseñaron a mirar la belleza eficiente, que venía del Norte, claro. Este país lleva demasiado tiempo (casi tres siglos)en que la casta dirigente se retrata rodeada de... Los Borbones lo hacían rodeándose de enanos (el bobo de Coria y demás); y Zapatero, de las bibianas o leires varias (tras haberse sacuddo de alrededor a quienes sabemos...)
Después de tantos años en que llevas haciéndolo,
¿No te cansa seguir fijando la mirada en esas deformidades? ¿Enseñan? ¿Sirvende algo/ a alguien?
Y por favor, no me llames Profesora.

Eastriver dijo...

Antes que nada, disculpas por la falta de acentos y los errores tipograficos, disfruto de Galicia y el portatil antiquisimo sumado a la wireless del hotel no permiten detalles por importantes que sean.
Me ha parecido espeluznante el relato. Pregunta: te empeñas siempre en dejarnos con este regusto agrio, cierro pregunta. Glups, me siento como el Gimferrer de Polonia.
Bueno, tampoco seria tan duro como nuestra admirada Ana, supongo que tu trabajo, Mariano, es mirar para luego contar, y en un chiringuito playero no se puede pedir mucho. Otra cosa seria, y se que me permites ponerme practico, que me atreviese a aconsejarte que cambies de aires. Si el decorado es asqueroso, que suele serlo, pues cambialo. No en el sentido de modificarlo, que uno no puede, sino sencillamente emigrar, regodearte en oro espacio con otros seres. Si quieres un chiringuito, que yo de entrada no querria, tambien puedo decirte que los hay mas interesantes desde cualquier punto de vista, ni que sea solo esteticamente. Pero luego hay rincones tan agradables, tan sosegados, tan inteligentes que hacen que hi te fijes en las lorzas del vecino.
Saludos. Pregunta final, han mejorado algo tus relaciones con Mr.Valls, cierro pregunta. Tampoco me preocuparia, ya te dije...

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Ana (¡qué extraño!...) Ana, es que esa es la realidad. Esto es lo que hay. Esa es una parte muy importante del pais que tenemos. El verano, nuestra tierra, está repleto de estos tipos. Nos enseñan parte de lo que somos. Yo he ido al colegio con gente que ahora es así. Y puestos a elegir, me tomo antes una cereveza con la del delfín que con la Aido o con la Leire. Queda mucho por hacer, sobre todo en la educación. El otro día leía una entrevista a un francés llamado Alain Brossat que decía que "la cultura ya no es emancipadora; la cultura contemporánea es hoy un coagulante social, un tranquilizante, un consuelo..." Por eso hay que apostar por la educación como palanca de transformación. Hoy la educación es una variante del coagulante. Seguramente es necesaria más que nunca una "Barraca". Gracias por seguir aquí Ana (!qué extraño... no me acostumbro)

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Ramon, no conocía a Valls. Llegé a él a través de tu blog . Ahora ya me suena, de haber leido alguna crítica por algún lado. Este no se va atomar una cerveza en un chiringuito en la vida. Sus viajes y sus eventos megaculturales de la muerte le tienen demasiado ocupado

Es verdad, hay belleza que seguir y sobre la que escribir. A veces lo hago ¿no? Pero es que, como le decía a Ana, esto es lo que hay; esta es la realidad. Uno puede meterse en Boccaccio e imaginar un mundo de poetas, pero esto no va así. Sin pretender meterme en ella, en la historia hay mucha literatura de la realidad. Desde el Lazarillo hasta todo el siglo XIX, la vida (la literatura) va llena. Mis tiempos no eran muy diferentes a los de ahora. ¿cóm estaba Madrid! ¡Y como está ahora. No hay más que entrar en cualquier bar a tomar unas cañas y aguzar el oido. Y después Cela y su tremendismo, o Landero con sus idiotas... ejemplos hay para dar y tomar. Aunque para cutre, cutre, ( seguro que con atutajes en el culo) Bárcenas, Camps, Costa, el Pocero y toda una recua de empresarios que compran arte y asisten a estrenos... y gozan del mar en playas claritas a 15€ la tumbona.Un abrazo Ramón, y gracias por seguir aquí. Me estimula mucho hablar con vosotros

Belén dijo...

Me he tenido que mirar la definición de "cutre" por si acaso: en primera acepción: "tacaño, miserable", en segunda acepción: "pobre, descuidado, sucio o de baja calidad"...Los "machos" del retrato cuadrarían... respecto a las hembras ¡aupa el abanico y su lenguaje!, y por supuesto, que vivan las lorzas... Buen verano, Mariano, estés donde estés. Besos

Margaret dijo...

Ay de nosotros,pobrecito!!. Tienes razón cuando dices que esto es lo que hay... y también tienen razón cuando dicen que hay más... De todas formas, qué extraña ceguera sería la nuestra si volviésemos la espalda a la fealdad que llevamos dentro. El mundo no mejora por ignorar lo que no nos gusta, y nosotros tambpoco lo hacemos. Al contrario, creo que si eres incapaz de entender lo horrendo, difícilmente lo harás con la belleza. Es cierto que puede parecer mucho más fácil ( al menos es más gratificante), pero también es incompleto.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Belen, es verdad que en ese mundo de machotes cutres hay que tirar de abanico y de ovarios, porque si no se las comen vivas y crudas. Puro darwinismo. Besazos, y que goces del fresquito serrano, de esas cañasde lomo en casa Apolo que no se las salta un galgo. Recuerdos!!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Margaret, tengo un mosqueo con tu pseudónimo... no te identifico. Eres como el Guadiana, que aparece y se esconde. Suscribo lo que dices, aunque difrutar de la belleza no es fácil. Para estas dos parejas, la tarde en el chiringuito sería inolvidable, y sus tatuajes el colmo de lo bonito. Por eso los lucen. En cambio el color del cielo en el atardecer sobre el mar... como si tal cosa. ¡¡Salud Margaret!!

NENA dijo...

Aquí veo que todos gozáis de playa, pero yo digo lo mismo que aquellos que en su tiempo llevaban chanclas: Vaya, vaya, aquí no hay playa... por los lares en los que me muevo no hay chiringuitos con arena, aunque sí lorzas foráneas que se torran al sol...el "cutrismo" no tiene fronteras...

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

La lorza patria es casi universal, es un modelo para el mundo. ¡¡Salud!!