martes, 15 de abril de 2008

Cumpleaños

Ya fue 14 de abril. Ya pasó, de nuevo, el cumpleaños sin velas y sin canción. Todavía hay muertos enterrados, boca abajo, un poco más allá de la cuneta, que se aparecen por la noche en las curvas de la historia. Su carne se pudrió al poco, la boca se llenó de tierra y por el orificio que abrió la pistola cobarde, se derramó, gris y roja, la memoria sobre el asesino.

Aún así, en las carreteras pequeñas de España que no llevan a ningún sitio, por donde Don Antonio le cantó al camino, se oyen voces que vienen del páramo, claras, como ecos que trae la conciencia.

A veces, algún caminante inquieto, quizá buscador de verdades, distingue diáfana la voz, limpia de tierra, que pide justicia. Que reclama un espacio en la historia. Que vindica el derecho a existir entre los vivos que sirvieron.

Tras los años, exhausta de gritar sin rostro, en un último esfuerzo espectral, entre nieblas, la voz apenas suspira un hueco entre los suyos y un humilde letrero en el que se lea el nombre que nunca aprendió a escribir.

Vuelvo mañana

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