jueves, 10 de enero de 2008

El árbol de papel


Un día de estas entrañables fiestas de Navidad entré a una residencia de ancianos. El personal del geriátrico adornó una de las paredes con un árbol de papel en forma de abeto y pidió a los residentes que pidiesen un deseo o un regalo . Cada una de las peticiones se escribieron en tarjetas rectangulares que se dispusieron a lo largo y ancho del arbolito en forma de adornos.

Desde el momento en que las asistentes colgaron las tarjetas en el árbol éste ya dejó de ser el abeto importado de la navidad. Hubiese podido serlo de haber sido decorado, sencillamente, con un poco de espumillón y rematado por la asombrosa estrella oriental de cola larga. De modo que el árbol de papel del geriátrico se convirtió, a partir de entonces, en todos y cada uno de los residentes. Y más. En todos y cada uno de los ancianos que en el mundo han sido y serán.

Un cartón de Ducados, un estuche de rotuladores, un cartón de tabaco rubio, que el Madrid gane la liga, que venga a verme mi nieto, que venga a verme mi hija, un pañuelo, no coger la gripe, un espejo pequeño para mirarme, unas zapatillas calentitas... y así.

Todos los deseos, todas las peticiones que colgaban del árbol se reducían a cosas pequeñas, inmediatas, insignificantes, sin pretensiones de futuro. Cosas que se pueden disfrutar en el momento. Aquello de lo que, problamente, más carecen y más echan menos, sin pensar más allá del tiempo que lleva fumarse un paquete de cigarrillos.

Pero en aquel árbol de papel verde de esta navidad anciana, huérfano de estrella mágica, había un deseo, entre todos ellos, que llamaba la atención. Quizá todos los ancianos lo pensaron, a todos se les ocurrió. Seguro que fue lo primero que se les vino a la cabeza y ninguno se atrevió a pedir. O tal vez sea, sencillamente, que nadie que haya cumplido más de 70 años, que se desplace en silla de ruedas y use pañales a diario crea en cuentos chinos, en esperanzas, o en un milagro más allá de que el Madrid gane la liga.

El deseo valiente, optimista, ingénuo, rebelde, decía así: Tener otra vez 25 años.


O sea, no estar allí.


Vuelvo mañana

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