miércoles, 6 de junio de 2007

26 de marzo de 1833


Ayer me leía de nuevo a mi mismo (soy un romántico) y casi me quedo sin respiración. Y no fue precisamente de emoción estética, que diría algún pedante. Fue de miedo.

Es verdad, lo certifico de nuevo, lo grito por si alguien lee esto, para que se ande con cuidado: el azar existe, nos vigila, está al acecho, y cuando menos te lo esperas te caza y te deja sin habla, te cambia la vida, te resucita o te mata.

Leía ayer mis "Artículos de Costumbres", en una edición de bolsillo de finales del siglo XX, con aparato crítico de mi fan número uno, Carlos Seco Serrano, por aquello de la nostalgia y de los buenos tiempos y para prender un poco de mi mismo, y resulta que un servidor, el Pobrecito Hablador, el original, el genuino, el que escribía en el siglo XIX, murió literariamente el 26 de Marzo; o mejor dicho, lo maté con mi propia pluma el 26 de marzo (siempre tuve vocación suicida, en todos los ámbitos de la vida). Así lo cuenta mi corresponsal, Andrés Niporesas, ese mismo día del año 1833.

Muero el 26 de marzo de 1833 y el mismo día del mismo mes, 174 años después, vuelvo a aparecer, vivito y coleando, en forma de blog. Es como para morirse de nuevo, pero del susto.

Vuelvo mañana

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