lunes, 16 de abril de 2007

Mercromina en la rodilla


La tierra del parque que hay en frente de donde vivo deja ver estos días pequeñas piedras de color granítico que emergen como puntas de icebergs esparcidas entre los bancos, los arbustos y los columpios de plásticos de colores.

Hace años esas piedras molestaban a los niños que jugaban en el parque, pero ellos mismos se encargaban de sacarlas de la tierra con sus propias manos y a golpe de puntapié. Después, aprovechaban el hueco que dejaban y ,con maña, construían un hoyo de agujero de entrada circular perfecto, pulido en sus bordes, al que llamaban guá, y que les servía para jugar a las canicas: durante horas los chavales competían en puntería y en habilidad para hacer chocar las pequeñas bolas de vidrio de colores , rodilla en suelo, manos al suelo, cuerpo al suelo. Al acabar la partida, cuando el sol se había puesto y casi ya no se veía y tocaba volver a casa, esos niños sabían que debían aguantar, estoicos, los gritos de la madre y el escozor de la mercromina y del agua oxigenada en la herida que había dejado tanto arrastrar la rodilla por la tierra. Al mismo tiempo que el niño se dolía, aspirando exageradamente, controlando el grito de dolor y esperando que en cualquier momento, además, le lloviese un sopapo, contaba las horas que faltaban para recuperar o para ganar más canicas al día siguiente, en el mismo hoyo, en la misma tierra, a la misma hora y con los mismos contrincantes.

Las casas ya no huelen a tierra, a sudor y a suciedad de juego. Las manos de los niños están impolutas, sus rodillas lisas, limpias, sin la costra perpetua con la que crecían hace pocos años. Esa herida, recuerdo palpable de horas de diversión, ha transmutado en muerte virtual, en conversación tecleada, en horas de juego de mirada sonámbula al frente, dentro de un cuarto cerrado que ya no huele a nada que está dentro de una casa que conserva el aroma a quemado de la última pizza que se calentó en el microondas. ¿Exagero, o soy yo, que vengo del tiempo?


Vuelvo mañana

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que razon tienes!!!
A Pizza, a la electrónica recalentada de la videoconsola, al muñeco de plástico del último superheroe japonés y de vez en cuando a salsa de McDonalds..
Si todo eso se añadiera a las canicas, a la calle y a la merienda de pan con aceite, sal y chocolate o a la sopa y las croquetas de la abuela...
Pero no se suma sino que sustituye. Bollicao ganó la partida y el pan con mantequilla y mortadela saco Game-Over, no pensó en aliarse con Tulipan, Campofrio y Panrico.. pero ahora ya es tarde para lamentarnos..

No creo que nada de eso vuelva, ni el olor a yerba ni el olor a tierra.
El primero por que las pocas zonas públicas que tienen verde, no esta permitido pisarlas.
Y el segundo por que hace ya bastante tiempo que los solares y descampados permanecen vacios solo los dias necesarios entre el derribo y la excavadora que coloca la grúa... y todo lo demas es asfalto

Ya se que suena un poco sobao, panfletario y hippie barato, pero uno tambien tiene sus dias joer!! .. y menos mal que hoy ha salido un poquito el sol..

fiorella dijo...

No exagerás. Tampoco es ley general que ya nada tenga aquel olor, aquella textura....No todo tiempo pasado fue mejor,tampoco peor.Un beso

El pobrecito hablador del siglo XXI dijo...

Fiorella, hasta esta entrada me parece de la textura de la que hablas. cada día más viejos, en la inmortalidad
Gracias por el comentario