jueves, 29 de marzo de 2007

La lágrima


Realmente esto no deja de ser maravilloso. Ahora caigo en la cuenta de que puedo existir las veces que quiera y en el momento que quiera y de que puedo ejecutar mi suicidio tantas veces como las veces que pueda nacer, y todo sin una gota de sangre, sin informes forenses, ni cementerios para suicidas. No me digan que no es extraordinario.

Lo que tengo aquí, ahora, es tantas vidas como quiera vivir; tantas muertes como quiera morir. El secreto está en el bautismo. Y ¿quién es el tonto que no se va aprovechar?Allá se quedó mi caja amarilla, mis conflictos morales de burgués adúltero, mi ética de romántico con razones de ilustrado. Y allá se quedó mi dolor.

Aunque bien mirado, quizás sea yo el primer tonto en dejar escapar la ocasión. Pienso y escribo, casi sin reflexionar. Me asaltan dudas. En unos segundos soy capaz de pensar una cosa y su contraria. Por ejemplo. ¿cómo describir la realidad si uno lo hace desde lo virtual?¿cómo ser veraz si uno mismo es una mentira? Mis borradores quedaron allá, manchados de tinta y de alguna que otra lágrima. ¿Dónde dejar caer aquí las lágrimas? ¿Cómo borrar obsesivamente, casi rasgando el papel, aquello que nuca me atreveré a escribir? ¿Veis?, es maravilloso, puedo ser incluso valiente cuando en realidad seré igual de cobarde: la diferencia es que aquí la cobardía no deja rastro. Todo aparece limpio, sin mácula, sin tacha; uno es el escritor seguro que nunca ha sido, y cuando todo venga mal dado, cuando nadie me lea, cuando me arrepienta de lo dicho pulsaré una tecla y no habrá quedado ni el minúsculo punto de una i.

Sin embargo, me tuvieron que enterrar. Todavía no sé si Dolores lloró. ¿Hay alguien que me lo pueda decir?

Vuelvo mañana

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